Uno, que ya de por si es de naturaleza viajera, amen de estar obligado a ello por motivos laborales, siente a veces la necesidad de “hacer añicos” el presupuesto asignado para ello, y por una vez –aunque reconozco que ya ha sido mas de una – pernoctar en un sitio de especial encanto.
En aquella ocasión el lugar escogido para el dispendio fue la ciudad de Valladolid; a las afueras de la ciudad un autentico vergel, me refiero como no, al Palacio de Santa Ana.
Es uno de esos lugares de los cuales nunca querrías partir, te quedarías a vivir entre sus muros por siempre, con ese maravilloso claustro donde se respira una paz y quietud difíciles de encontrar en los hoteles, su restaurante que en nada envidia al de los restauradores mas famosos, sus jardines…donde al atardecer celebraban una boda, a la cual asistí de lejos, cual mudo testigo…
Un palacio para disfrutar con todos los sentidos, solo un pero, siempre viajo solo ¿os imagináis ese Palacio en compañía? El sueño de las mil y una noches en Valladolid.
En aquella ocasión el lugar escogido para el dispendio fue la ciudad de Valladolid; a las afueras de la ciudad un autentico vergel, me refiero como no, al Palacio de Santa Ana.
Es uno de esos lugares de los cuales nunca querrías partir, te quedarías a vivir entre sus muros por siempre, con ese maravilloso claustro donde se respira una paz y quietud difíciles de encontrar en los hoteles, su restaurante que en nada envidia al de los restauradores mas famosos, sus jardines…donde al atardecer celebraban una boda, a la cual asistí de lejos, cual mudo testigo…
Un palacio para disfrutar con todos los sentidos, solo un pero, siempre viajo solo ¿os imagináis ese Palacio en compañía? El sueño de las mil y una noches en Valladolid.
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